Lágrimas de cocodrilo

    Descubrí que puedo llorar a causa de lo inesperado cuando un par de palomas acudieron a mi barandal. Así como cuando recibo un beso por sorpresa. O me dicen lo importante que soy.
O un bebé me interpela con su mirada. En ese momento, me parece agradable. Es decir, cuando no está llorando y posa su mentón en el hombro de su madre. Nos observamos. Siento que me comunica algún secreto.
    Él está mas cerca de las lágrimas por necesidad. No llora a escondidas como yo, o algunos humanos mayores. Tiene ese llanto desesperado y a la vista del público como quien desea conseguir un sustento por su actuación.
    Mi sobrino de ocho años admitió, luego de preguntarle, que sus llantos eran fingidos para conseguir algo.
Me preguntó: "¿te acordás que cuando eras chica y otra nena tenía un juguete que vos querías llorabas para conseguirlo?" Me hizo pensar. Él, otro nene y yo creamos un juego para medir cual de nuestros llantos era el más convincente. Resultó que ninguno de ellos lo era. Faltaba la motivación...
    Vuelvo al transporte público, donde un bebé me mira con complicidad. Quizás sea una alerta de que él sabe que yo debería intuir que es lo mejor para mí. Pero soy una humana mayor inmersa en el juego de las lágrimas a escondidas, con pocos expectadores y sin cobrar por el espectáculo.

Comentarios

Entradas populares