El picaporte
Imaginemos por un momento a un hombre esperando en la
puerta de una casa. Luego borremos la puerta y dejemos el picaporte. Así es, la
puerta desaparece casi por completo y el hombre sigue esperando. Dibujemos una
ventana, con una señora mirando al hombre que espera. Después quitémosle el
vidrio y los postigos.
Ahora desplazamos a la mujer hacia el hombre. Después
llevamos el brazo del hombre a rodear la cadera de la mujer. ¡Voila! Comienza
una historia de amor. Él la besa suavemente, y ella comienza a visualizar
casamiento hijos y las mecedoras.
Luego vendrá el primer conflicto, la primera pelea, por
absolutamente nada. Así es, no hay causa solo el motivo intrínseco de pelear. A
posteriori la reconciliación, justificando absolutamente nada, un largo suspiro
un abrazo y el lazo que los unía los hará indestructibles.
Proyectémonos diez años en el tiempo, borremos cinco de ellos y ahí
encontraremos a los protagonistas de esta vacua historia, casados, con dos
hijos Ema y Javier de tres y cuatro años respectivamente. Decidieron llamar a sus hijos
con sus nombres. Así es, cometieron la estupidez de llamar a sus hijos como
ellos mismos. Su deseo de trascender...
Dos años después, ella se deslumbra por un compañero de
trabajo. Comienzan los roces con su marido que hacen tambalear el perfecto
edificio que habían construido con cotidianidades. Ella pide un tiempo, tiene
un affaire (disculpad esa tonta manía de llamar a las cosas en otro idioma para
hacer la traición mas refinada) con Mauricio, se arrepiente y enfría tanto
placer por culpa. Sin saber que Javier padre está en esos momentos gimiendo con
su secretaria. Igualmente, al otro día responde el llamado de su esposa con
alegría. ``Te extrañe tanto… no sabia como luchar con tu recuerdo. Este tiempo
se me hizo muy difícil de llevar. ``
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