Volatilidad

Jacinta y Arnoldo estaban sentados en uno de esos tantos lapsos temporales infinitos. Ninguno de los dos había encontrado el sentido a conocerse si no podían estar juntos dadas las circunstancias. Eran de consistencias diferentes. Ella tenía un pie en el aire y a él "lo aferraban" a la tierra con una bola de plomo invisible.
A pesar de no tener en su sangre limaduras de hierro, una desconocida y poderosa fuerza parecía atraerlos como imanes. Cuando ella salía de su casa para alcanzar el metro, un viento la transportaba con giros hacía la puerta de su querido. En el momento en que él usaba su computadora, una tecla erronea marcaba el teléfono de ella.
Sin embargo, circunstancias externas pero no del todo ajenas los repelían luego de unirlos. En esos encuentros se decían todo con la mirada, pero las palabras los complicaban. Hubo largos intentos de desenmarañar la madeja y simplificar el asunto. Incluso se arriesgaron a una partida de ajedrez, pero descubrieron ser los peones del tablero llamado destino.
En ese último lapso se habían encontrado dentro de una burbuja que succionó primero a Jacinta y luego a Arnoldo. Esta vez la consigna era aceptar, soltar. Chocaron sus copas brindando por todo lo que podría haber sucedido  y no fue. Se despidieron entre la tierra y el aire y cada uno salio de la burbuja nadando en diferentes direcciones.

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