El viaje del Orozuz


           Recuerdo aquel día cuando las golondrinas raspaban mi ventana. Me encontraba molesta, sin saber por qué. Pablo, mi psicólogo, indagó los motivos de mi malestar en la terapia semanal. Luego de un análisis intensivo concluimos que, esos pájaros nómades me hacían añorar aquel orozuz de mi infancia. El arbusto custodiaba el arroyo del pueblo donde vivía con mi familia.

-¿Qué pasó con el Orozuz Lidia?-

-Fue derrumbado para construir un puente. El pueblo se transformó en una ciudad hacinada. Constructores burócratas nos invadieron por doquier. Los holgazanes descansaban en la azotea, y los arquitectos hacían Bunge jumping en el puente. En cuanto pude independizarme me libré de ese lugar.-

-Sabés que te quedó una cuenta pendiente, sino no estarías tan angustiada por un simple árbol. Quizás las cosas sean diferentes después de todo.-

          Con el comienzo de mis vacaciones decidí visitar la casa de mis abuelos, fallecidos hace años.
Al llegar la imagen no concordaba con mi último recuerdo. Me encontré con una villa casi desierta.
Luego de internarme en la zona encontré una comunidad de artesanos.
En la recepción, un joven muy apuesto estaba absorto haciendo dibujos en su mano para pasar el aburrimiento. Su perro me olfateó con gusto.

-Enzo dejala tranquila a la señorita- Me miró fijamente hasta ruborizarme.

           Le confié mi intención de quedarme una quincena, mientras acariciaba a mi nuevo amigo perruno. Joaquín me dio un recorrido por la comunidad, mostrándose cada vez más parlanchín. Se relajó tanto conmigo, que se trastabilló en el sendero índigo que llevaba a la parralera.
Al pasar por una huerta un espantapájaros balbució nimiedades, lo que me asustó bastante. Luego me di cuenta de que funcionaba a motor. Con un mensaje de bienvenida comentaba que cultivos darían fruto en breve.

          Esa noche vivencié un sueño premonitorio:

-Te preparamos el pueblo para que lo disfrutes hermosa- Me comentaban mis abuelos, mate de por medio.

           Desperté emocionada mientras Joaquín me zarandeaba, apresurado por mostrarme una sorpresa. Se celebraba la fiesta de la luna llena con cantos y meditación. A modo de tradición, se formó una ronda compuesta por todos los habitantes de la comunidad. Se pasaban un cuenco con un brebaje formado por hierbas y estimulantes naturales. Bastaba un sorbo para revelar la esencia de la persona. Joaquín lo bebió.

-Te observé por mi caleidoscopio- Me dijo y se tapó la boca sorprendido.

-Ese fue parte de mi sueño. Te miraba y venías a mí. Te quedabas para siempre.-

-Yo también soñé con quedarme. Pero las golondrinas fueron las que me trajeron.-

           Tomé del cuenco y lo besé.

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