Obsesión obsecuente
Recuerdo que me dijiste – Todo tiene
un mecanismo – mientras desandabas rayuelas interminables con la complicidad
del pavimento. Infantes llorones te rodeaban por tus fechorías. Tus carcajadas
eran perseguidas por madres buscapleitos.
Nos gustaba reírnos de las
desgracias ajenas y del clapeteo, paso “clap clap”, de los tacones femeninos.
Con vos todo era así: sublime.
Luego simplemente fue, con un remolino de indecibles e infranqueables
inequidades. La gravedad hizo otro tanto y ya no pude volver a tierra firme
nunca más.
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