Los tramposos


-          Miguel ¿Conocés a los tramposos? –

-          Sí abuelo. ¡Qué pregunta! ¿Quién no los conoce? Son los hombres que se esconden en los árboles y  hacen caras de osos. -

-          Sí, pero ¿Sabes la historia? -

-          No. Las anécdotas no me llaman tanto la atención. Pero me la vas a terminar contando igual, así que más te vale que me pases el mate y lo hagas de una vez. -

-           ¡Qué humor che! Esta costumbre comenzó en navidad, cuando la familia de Francisco Suarez, quiso espiar a Papá Noel. El papá encontró un huequito y siguió metiéndose. Se sintió tan bien que quiso quedarse a vivir una temporada.

 Luego siguió con la familia Ramírez y el ratón Pérez.

 Así sucedió con cada festividad o misterio a revelar, convirtiéndose en ritual a nivel mundial. Por entonces, la gente estaba tan cómoda viviendo dentro de los árboles que lo tomó como algo natural. Lo inusual era permanecer dentro de una casa.

La estadía se estipuló como legado de padre a primogénito. Al llegar a la mayoría de edad, el padre cedía el mapa del árbol más próximo, con las entradas más recomendadas, espacios donde se alojaba el alimento y toda la infraestructura de salas y pequeños corredores.

El nuevo adulto tenía la opción de pasar una temporada allí a modo expedicionario y luego cederlo a un ser querido o mudarse con su pareja y estabilizarse.

El  gran terremoto, dejó inhabitables  los interiores de los árboles. Con lo cual la costumbre se perdió para siempre y todos  retornaron  a las casas propiamente dichas. Cada fin de año se celebraba la reunión conmemorativa de la estadía arbolaria, en la cual, se contaban anécdotas, rarezas e historias conmovedoras. Esto ayudó a que esa manera de vivir se mantenga firme en los corazones.

Los parientes de cierta edad, necesitados de adrenalina y nuevos desafíos, comenzaron a infiltrarse en los árboles en noche de brujas. Les hacían morisquetas a los chicos. Se escuchaban simultáneamente griteríos y llantos que asustaban a los perros más que la pirotecnia. Con lo cual, se prohibió esta jugarreta habilitándose una cláusula que otorgaba permisos a fin de entretener con gestos graciosos o simpáticos.

Pero ¿Quién termina alguna vez de conocer a los infantes? Todo les provocaba llanto. Excepto los rostros de animales, que les daban una sensación de paz y alegría. Quedaban en una especie de letargo prolongado. En casos extremos, esto les permitía a las madres terminar de preparar la comida sin chiquillos alrededor. Los tramposos  eran contratados mensualmente por las madres para entretener a sus hijos en fiestas infantiles por ejemplo. -

-          Abue ¿te quedó un mapa por casualidad? -

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