La última dosis




—¿Qué carajos? ¡Esto está lleno de moscas! ¡Tirá un poco de agua al piso  querés!

La escena era lamentable, un payaso acostado en el suelo boca abajo, aferrado a una botella de vodka y restos de cocaína por todo el vagón.
Fui de inmediato a despertarlo, lo zarandeé, pero estaba petrificado.
Dejé escapar un grito:

—¡Está muerto!

Jorge le propinó una patada con toda su ira. Nunca había estimado a Emilio, sólo le hacía ganar muchos billetes.

—¿Por qué aspiraste tanto, pedazo de boludo? Imaginate la mala prensa que vamos a tener. Hay que deshacerse del cuerpo ya .

El lugar quedó como si nada hubiera pasado. Utilicé su cuerpo para el guisado de la cena.

—Esto está excelente Pancho jojojo. Ahora falta un detalle. ¿Cómo lo reemplazo? Todos se van a dar cuenta de que no es el original .
—¿Por qué no lo sustituís vos? Sos el único que sabe de memoria los números de Emilio.

Golpeó su puño en la mesa.

—¿Qué te pasa? ¡Soy el productor del espectáculo! ¿Cómo voy a dejar mis responsabilidades para ser un payazucho?
—¡Es eso o la quiebra! Sin mencionar que si nos descubren vamos a la cárcel. Si no nos linchan primero los fanáticos de Emilio.

Una decisión apresurada cambió mi destino y Jorge firmó un contrato en el cual me cedía los derechos del espectáculo.
Así es como lo convencí y culminé este plan que comenzó hace un año, cuando decidí pasar de ser un simple utilero a transformarme en el responsable de todo.
Conociendo la adicción de Emilio, en la partida de póquer de anoche, le propiné una buena mezcla de regalo por su último cumpleaños. Su última dosis.

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