La misteriosa desembocadura

      Una mujer hueca yacía acostada en la orilla del río. Cierto pescador llamado Javier pasó por ahí cuando un grupo de chicos la picaban con ramas. “Toc-toc”, se escuchaba como el agua salpicaba contra su cuerpo de plástico. Aún pensando que era un maniquí, la llevó a su casa, pues ansiaba la compañía de una mujer desde hace mucho tiempo.
      Durmió junto a ella. Despertó abrazado, mientras una acompasada respiración le resoplaba en el cuello.

—Buenos días pescador...

Susurró ella, costándole hablar como quien no hizo de ello un hábito todavía.
Sorprendido él exclamó muy obviamente:

—¿Podés hablar?. Pensé que eras una muñeca, un poco más alta que las demás.
—Soy Daniela, era una persona de carne y hueso, como ahora, hasta que mi ex, Leonel jugó conmigo y me rompió el corazón. Sufrí tanto que dejé de sentir, hasta que me paralicé, transformándome en lo que viste. Estuve un buen tiempo en mi casa sola, petrificada. Escuchaba el teléfono sonando sin parar, Leo me dejaba mensajes en el contestador, la puerta retumbando y yo sin poder moverme.
En una de las tantas semanas angustiantes, dos ladrones forzaron la puerta y empezaron a desvalijar mi casa. De repente uno de ellos me mira y comienza a aplaudir:
"Pero, ¿qué tenemos? Seguro que el enfermo que vive acá, se entretiene con esta muñeca. Si fuera real, ¡que buena estaría!."
Con una risa insoportable me tocaba los pechos. Grité pero ni un soplido salía de mi boca.
Me llevaron a su pensión. Todas las noches sufría la misma tortura: abusaban de mí y yo sin poder ni llorar. Hasta que un día llego la novia de uno de ellos y me tiró a la calle.
Un cartonero me levantó y me cargó en su carro. En una frenada me caí en la calle, sintiendo el retumbar en todo mi cuerpo, mientras rodaba a los tumbos, llegando a la orilla donde me encontraste.
Llegaron unos chicos espantosos que me mearon y picaron con ramas. De pronto apareciste vos pescador, y me rescataste. Por primera vez en dos meses pude dormir y cuando desperté pensé que seguía soñando cuando te vi a mi lado.
—Hermosa, me llamo Javier y si me dejas, me gustaría cuidarte para siempre.

      Así fue. Iban juntos a todas partes. Ella lo acompañaba al puerto y se pasaban el día en el barco, pescando. Un buen día, se sintió preparada para entregarse. Él besó su cuerpo por completo y la despertó sexualmente.
      Por unos meses todo fue éxtasis y una calma hermosa. Luego la pasión se agotó y convirtió en rutina. Javier le sugirió a Daniela que le convenía quedarse a limpiar el chiquero en que se convirtió su casa. Tras unos días, él comenzó a llegar cada vez más tarde. Hasta que Daniela tuvo una súbita revelación: la felicidad que consiguieron era pasajera. El nuevo perfume en sus ropas lo termino de delatar. Cuando fue confrontado, ni siquiera lo negó. Una mujer irrumpió en su vida para quedarse.
      Comenzó a deprimirse, temiendo endurecerse nuevamente. Por eso prefirió descargar su tristeza de alguna manera. Lloró, hasta que su piel comenzó a humedecerse. Luego a sudar frío. Finalmente explotó a borbotones.
      Cuando Javier llegó al otro día, encontró el piso inundado. Lo secaba sin notar la ausencia de Daniela, a la cual terminó absorbiendo con el trapo.

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